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Baruch Spinoza y Jacques Lacan

“Por tanto, el que imagine que es destruido lo que odia, estará gozoso” – Baruch Spinoza, Ética, (Parte III). Esta afirmación de Spinoza aborda una de las emociones humanas fundamentales: el odio, y cómo se manifiesta a través de la imaginación. Para Spinoza, las emociones (o pasiones) son el resultado de la interacción entre el individuo y su entorno, y el odio es una emoción que surge cuando algo externo es percibido como un obstáculo o amenaza para la preservación del individuo, su conatus. Este término, clave en la filosofía de Spinoza, se refiere al esfuerzo de cada ser por persistir en su ser. Cuando Spinoza dice que una persona se alegra al imaginar que lo que odia es destruido, está señalando el funcionamiento de una reacción pasional. El odio genera la fantasía de destrucción del objeto odiado, y la alegría o satisfacción proviene de esa proyección imaginaria. Esto revela cómo las pasiones distorsionan la realidad, ya que la mente puede experimentar gozo a través de simples proyecciones, aunque estas no tengan base en los hechos. Esta idea puede ser conectada con el concepto de goce en Lacan, un término que define un tipo de satisfacción que no solo se encuentra en el placer, sino también en el sufrimiento, la repetición o la transgresión de los propios límites. En el pasaje de Spinoza, el sujeto experimenta alegría imaginando la destrucción de lo que odia. Sin embargo, este gozo no es puramente positivo; es una satisfacción que, aunque fantasiosa, está profundamente vinculada al deseo de muerte o a la negatividad, lo que en Lacan sería un tipo de goce oscuro. Lacan, en su teoría psicoanalítica, enfatiza que el deseo del sujeto está estructurado por el Otro, y que el goce puede llevar al sujeto más allá del principio del placer, hacia territorios de sufrimiento o dolor, como es el caso de las neurosis o las compulsiones. En el contexto lacaniano, la destrucción imaginada del objeto odiado podría relacionarse con la búsqueda de un goce que sobrepasa el simple alivio o satisfacción placentera, buscando algo más intenso e incluso destructivo. Si bien Spinoza habla de la alegría que resulta de la destrucción imaginada del objeto odiado, en términos lacanianos esto sería un goce que el sujeto obtiene al imaginar esa destrucción. Lacan diría que este goce no solo proviene de la liberación de un obstáculo (el objeto odiado), sino también del mismo acto de desear y del juego imaginario en el que el sujeto se involucra al proyectar su deseo. En este sentido, el gozo del que habla Spinoza puede entenderse, desde Lacan, como una satisfacción vinculada al imaginario: el registro en el que el sujeto organiza las imágenes que estructuran su deseo, incluso cuando este deseo implica la aniquilación simbólica del otro. El sujeto, al proyectar esa destrucción, no solo se libera de lo que odia, sino que también se afirma a sí mismo en su deseo y en su identidad. La afirmación de Spinoza en la Ética y el concepto de goce de Lacan convergen en la idea de que los sujetos encuentran satisfacción no solo en lo que es real, sino también en lo que es imaginado. Para Spinoza, el odio y la alegría son emociones que nacen de la interacción del sujeto con lo que percibe como amenazante, mientras que Lacan va más allá, sugiriendo que este goce puede llevar al sujeto a experimentar una satisfacción que incluye, paradójicamente, el sufrimiento o la destrucción simbólica.

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